lunes, 28 de diciembre de 2015

Maldad y subjetividad

La maldad no se encuentra en la naturaleza. No hay plantas, animales, personas, ciudades o estrellas que sean malas, tampoco buenas. Por ello, aunque afirmo que las personas somos por naturaleza malas no quiero decir que se deba a que la maldad está en la naturaleza.

Pero si no está en la naturaleza la maldad, o la bondad, ¿Dónde está? ¿Significa esto acaso que se encuentra en lo artificial? No, no es eso. La maldad está en los juicios de las personas. Bueno, no es que esté en el juicio en sí, o que hacerlo sea malo, es que no hay nada tal como maldad o bondad, como no hay un sí o un no. Quiero decir que la maldad es el género de los actos que juzgamos como tales.

Uno puede actuar con maldad, y esto sería que actúa con una intención basada en su juicio (lo que considera un acto malvado) o según un juicio sobre el juicio de alguien más (lo que considera que alguien considera un acto malvado). También puede uno actuar con maldad, sin tener en cuenta su intención, teniendo en cuenta cómo juzgue el acto otra persona que lo observa. Aunque claro que también puede tener en cuenta la intención del que actúa (dentro de lo que cabe afirmar que se pueda conocer realmente la intención de otro).

La maldad, pues, es relativa siempre a un juicio, ya sea propio o ajeno, y no tiene porque coincidir con otro juicio. El juicio siempre va a ser personal, independientemente de lo que se declare públicamente o externamente, porque el juicio es interno.


El juicio es una reflexión interna, aunque pueda externalizarse total o parcialmente. Por supuesto, el juicio siempre estará, al menos en parte, influenciado por nuestras vivencias y experiencia, conocimiento, intención, valores, creencias y una generalidad más de cosas. El juicio es un acto propiamente moral, y como subjetivo que es, funda subjetiva a la moral (o viceversa, según como se mire). Se puede afirmar, tanto por la teoría como por la experiencia práctica que todos habremos tenido, que no hay algo tal como una moral única, que no es esta algo objetivo, aunque pueda, obviamente, haber grandes coincidencias y valores fundamentales muy semejantes o incluso iguales.
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