jueves, 25 de diciembre de 2014

Reflejo en las aguas del pozo de Demócrito

Digo pretender la reflexión, digo estar reflexionando, pero siempre estoy preguntando. Digo pretender hacer filosofía, digo ser un filósofo, pero siempre estoy preguntando. ¿Por qué la reflexión? ¿Por qué la filosofía? ¿Por qué la pregunta?

El hombre quiere conocer. El hombre es consciente de sí, el hombre es consciente de lo demás.
El hombre quiere conocerse, el hombre quiere conocer lo demás. Todos hemos pensado alguna vez que estaríamos mejor sin conocer algunas cosas, pero aún así, queremos conocerlas. Es irremediable, siempre tendemos a volcarnos en algo. En nosotros o en lo demás, siempre estamos tras una respuesta. Quizás a la pregunta más sencilla de responder, quizás a la que no se puede responder.

Perseguimos algo que quizás no exista, algo que quizás ni trata de moverse. Pero aún así lo perseguimos, y no tenemos otro medio de alcanzarlo que mediante la pregunta. A veces nos empeñamos en buscar su rastro como huellas impresas sobre la realidad inmediata, pero aunque las veamos, o creamos verlas, nos es del todo imposible encontrar siquiera el rastro, no ya la presa, sin buscar primero dentro de nosotros.

Sin un Yo no hay un Otro, necesitamos conocernos para poder saber cómo interiorizamos lo Otro. Necesitamos la reflexión para responder la pregunta, nos identificamos con la respuesta y desde ella nos re-creamos, desde nuestro interior.

La verdad, si existe, está en el fondo de un pozo sin fondo. Ahí la puso Demócrito, y con razón, pues si hubiese una verdad absoluta nos sería imposible alcanzarla. Nos asomamos y asomamos al pozo, algunos caen y mueren, otros hacen de la oscuridad su ansiada verdad y algunos simplemente se limitan a observar el diametro del pozo. Nosotros nos quedaremos con nuestra verdad hecha a medida, con el agua que podamos sacar en el cubo y que al beberla haremos parte de nosotros. Nosotros tenemos nuestra alétheia y nos saciamos gota a gota.

Es nuestra reflexión la que nos permite conocernos, es nuestra reflexión la que nos va a permitir conocer el mundo. El filósofo no nace, se hace al tomar la decisión de renunciar al mundo, preguntarse y buscar por siempre. Ahí está el filósofo, preguntando siempre aunque nadie escuche jamás, pues siempre estará él y su respuesta será eco de su existencia.

jueves, 11 de diciembre de 2014

El problema del mal: Epicuro vs Dios

En esta entrada vamos a tratar el llamado "Problema del mal", que es el de intentar hacer posible la existencia del mal a la vez que la de lo que llamaré, por comodidad, "Dios". Es decir, la coexistencia del mal y un ser omnipotente, omnisciente, omnipresente y omnibenevolente.

Para acercarnos al problema y la paradoja que supone, iremos a Epicuro de Samos, quien decía aproximadamente algo parecido a:

"¿Dios está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es omnipotente. ¿No está dispuesto a prevenir la maldad aunque podría hacerlo? Entonces es perverso. ¿Está dispuesto a prevenirla y además puede hacerlo? Si es así ¿por qué hay maldad en el mundo? ¿No será que no está dispuesto a prevenirla ni tampoco puede hacerlo?"

Lo que dice es que si Dios quiere prevenir la maldad y no puede, no es omnipotente. Porque si hay algo que no pueda, ha perdido su omnipotencia. Si por el contrario, si puede hacerlo pero no quiere, es porque Dios es perverso. Si pudiendo eliminar el mal permite que exista y cause desgracias y sufrimientos es porque no quiere eliminar el mal y sí que haya sufrimiento y desgracias. Y si no quisiera que exista el mal y además tiene la capacidad de hacerlo, no existiría. Pero hay mal, hay desgracia, hay sufrimiento.

Muchos religiosos acuden a que Dios necesita el mal para hacer el bien, que el mal será eliminado cuando corresponda, que el mal no es obra de Dios, etc. Sea la excusa que sea para explicar la existencia del mal, es incapaz de explicar la coexistencia de Dios y el mal. Pues si Dios quisiera y pudiera, y quiere y puede, pues es omnipotente y omnibenevolente, haría un mundo donde el mal no surgiría, sin tener que aludir a juicios o remedios posteriores, pues es omnipresente, o tener que discernir la buena voluntad del individuo en su libre albedrío, pues Dios es omnisciente.

De ninguna manera cuadra el que Dios pudiera aceptar el mal o que no pudiera exterminarlo o que tenga que dejarlo para juzgar otra cosa o que lo exterminará llegado un momento. Aún cuando usas la excusa de que tras un pequeño sufrimiento en la vida terrena tendrás una eternidad de bienestar en la vida celestial, la omnibenevolencia se ve afectada porque no permitiría ni un ápice de maldad aunque comportara una eternidad de bondad reparadora. Es del todo incompatible la existencia de mal con la de Dios. Sólo sería concebible un Dios que o bien disfrutara en la maldad o que no se preocupara de ninguna manera por el mal ni por nada que se pudiera ver afectado por su existencia.

Así, siguiendo este argumento, llegamos a otra famosa reflexión de Epicuro, que dice así:

"¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros."

La línea del razonamiento, por si no ha quedado suficientemente claro es:
1.-Si Dios es omnibenevolente quiere evitar todo mal.
2.-Si Dios es omnisciente conoce toda forma de evitar que surja el mal.
3.-Si Dios es omnipresente y omnipotente puede evitarlo.
4.-El mal existe, así que Dios no tiene todas estas características.


Yo desde luego no pienso que a Dios le falten alguna o todas las características, ni que tenga algo que ver con el mal. Para mi todo este problema está vacío, pues falla en su propio planteamiento, en el que necesitas admitir que existe Dios. Dios no existe, así que no hay que preocuparse por la incoherencia de sus atributos divinos y su coexistencia con el mal.

martes, 2 de diciembre de 2014

La música del independentismo

¿Por qué hay tanta rivalidad entre los seguidores de una u otra corriente musical? Tomemos como ejemplo el rock y el rap, dos de las más grandes (si no las más grandes) de todas estas corrientes si obviamos al pop. Ambos están fuertemente influenciados en su origen por el blues, surgen en EEUU con una década de diferencia (el rock sobre los 50 y el rap sobre los 60) y son estilos musicales marginales en cuanto a que no son la norma musical como lo es el pop. No habría ninguna razón para disputas entre estilos musicales, pero la hay. ¿Por qué?

La razón que, a mi juicio, se esconde tras la rivalidad entre estilos es la cultura. La música no se escucha sólo, se presta atención a sus letras, se crean modas a la hora de vestir, comportamientos, posiciones respecto a muchísimas situaciones y problemas. Se acaba convirtiendo en un estilo de vida que influye en ella tanto como una religión, una educación, unas condiciones sociales...

Quizás, aún teniendo el rock muchísimo más peso musical, es el rap quien se hace con el puesto de mayor exponente de una cultura, por encima del pop incluso. Es conocida por todos la existencia de la cultura hip-hop y su fuerte impacto a nivel global en el que se puede encontrar como elemento clave, pero no único, el rap como elemento musical y gran pilar de esta cultura.

La sociedad crea una cultura, o quizás la sociedad se crea por el elemento común de esa cultura. Como sea, no importa ahora. El caso es que hay una cultura, pero no comprende a todos los individuos. ¿Qué pasa con ellos? Pues que una vez van encontrando un punto en común que los defina, al menos parcialmente, se van uniendo en esta nueva subcultura. Al final surgen en cada cultura varias agrupaciones más pequeñas que la sociedad y se forman las subculturas, que no necesariamente tienen que ser contraculturas.

En estas subculturas que se crean se encuadran nuestros ejemplos, el rap con su hip hop y el rock con su propia subcultura mucho menos variada a mi entender que el hip hop. Ambas subculturas se diferencian de la cultura general y de la subcultura predominante, y suelen ser tomadas, mucho más antes que ahora, excepto en sus épocas de máximo esplendor, como marginales por su amplia diferencia y oposición en grandes temas a la cultura y subcultura principal.

Al final, la cultura se acaba componiendo de todas las subculturas, pero cambia y se transforma por el peso de sus máximos exponentes. Es por eso que todas las subculturas, ya que creen que su forma de vida es mejor para todos, se oponen a las demás y se empeñan en predominar.

El rock y el hip hop se parecen mucho en su carácter mucho más contracultural que el resto de tribus urbanas, como se les suele denominar, tanto por el general de su subcultura como por su estilo musical representativo, que suele tener letras inconformistas e incluso de gran crítica al sistema. ¿Por qué son entonces dos de las tribus que más se atacan entre ellas?

En primer lugar por la fuerza de la cultura dominante, que los impele a rechazarles aún cuando ellos mismos entran en la categoría de quienes deben ser rechazados (y lo son). En segundo lugar, por la misma razón que compiten todas las agrupaciones y fuerzas culturales de la cultura en cuestión: por el poder. Todo es un juego de poder, ya sea a nivel directo o no, a nivel legal o no, a nivel reconocible o no.

Todos quieren, y nuestros ejemplos de subcultura también, imponer sus creencias, sus normas, sus gustos, etc. Todos quieren ser ciudadanos de un Estado común, de modo que cuando las diferencias culturales se dan a tan gran escala, son tan marcadas y el problema se alimenta durante suficiente tiempo, surgen intentos de independentismo total de la que fuera su cultura. Es porque, por mucho en común que haya, hay tanto diferente y es tan grande la voluntad de autocontrol y la identidad entre el grupo que se acaba desligando bien por medios pacíficos o bien por la fuerza o la violencia.

Toda cultura está destinada a tener que adaptarse o desaparecer. Siempre hay regeneración y cambio en una cultura porque ésta la componen personas, seres individuales a quienes les es imposible ser idénticos a sus compañeros de cultura y quienes desean el poder de una u otra forma porque todo individuo desea hacer su voluntad.

El juego del poder, deseo de todos, es lo que finalmente hay tras cualquier elemento de nuestra cultura. He hablado de música y puesto como ejemplo rock y rap, pero podeis reflexionar sobre el tema y encontrar razones parecidas tras cualquier elemento de una subcultura y también sobre movimientos de muchísimo más alcance en un Estado como, por ejemplo, en España la situación de Cataluña que no es otra cosa sino la lucha por el poder basado en la identidad de un grupo. Y se puede tratar de seguir este razonamiento hasta descubrir que abarca rasgos como la edad, raza, sexo e incluso género. Es siempre una lucha entre las voluntades de lo Mismo y lo Otro.

jueves, 27 de noviembre de 2014

La verdad tras su nombre: dos sentidos y medio.

La verdad, ese gran concepto. Ese concepto que nadie sabe qué conceptualiza. ¿La correspondencia de lo enunciado con la realidad? ¿La realidad misma? ¿La correspondencia de lo enunciado con unas reglas sobre el lenguaje, la lógica o un método para enunciar? A mi entender, la verdad no es un concepto con un único significado.

La verdad es una herramienta, es un medio. Pero también tiene en ella su propio fin, el fin de la verdad es ser usada como medio. La verdad es un concepto que usa el hombre para indicar a ella misma. ¿Qué quiere decir esta frase? Quiere decir, o quiero decir, que la verdad no indica la realidad si no que indica un acuerdo. Todo cuanto es verdad está acordado. La verdad es acuerdo, pero si profundizamos más, llegamos a una división, pues no todos los acuerdos son iguales. Podemos dividir la verdad en normativa y metodológica. La segunda englobando a la primera.

-La verdad como norma: este acuerdo consiste en entender la verdad como ajuste o correspondencia con ese acuerdo. Aquí tenemos varios modos de ver la verdad. Por ejemplo, atender a ciertas reglas por las que cualquier producto de ellas son verdad (lógica, matemáticas), atender a unos valores tales como sentido, intencionalidad y significado que miden la verdad (lenguaje), atender a creencias de las que se desprenden los métodos de acceder a su verdad (religión). En definitiva, atender a unas normas de caracter social, religioso, municipal, tradicional, útil... que hacen que el objeto de su norma, cuando se corresponde con ella o la sigue, se convierte en verdad o de carácter verdadero. "1+1=2" es verdad ateniendose a las normas de las matemáticas, "Mi gorro es rojo" es verdad ateniendose a las normas del lenguaje, que un unicornio de tres cuernos incoloros y rosas a la par que invisibles que está emplazado siempre en un lugar indetectable es el responsable de la lluvia es, además de ridículo, verdad ateniendose a las normas de tal secta.

Nos damos cuenta de la normatividad de este tipo de verdad, pero también de la gradación conforme a su relación con lo que llamamos realidad. La verdad matemática no necesita de nada más que su norma, no necesita de la realidad. La verdad lingüística necesita, además de su norma, una convención de la realidad. Necesita normativizar lo que es rojo, lo que es gorro, lo que referimos. Se implica más con la realidad. La verdad religiosa tiene como norma su propia convencion de la realidad, a normativizado todo, de modo que hay un correspondencia entre la realidad según su norma y la norma misma, así como todo producto de ella.

-La verdad como método: todo acuerdo es temporal, incluso cuando hablamos de verdad religiosa, pues puede ser cambiado. Pero este segundo tipo de acuerdo, se establece intencionalmente como temporal. Es decir, que, a diferencia del anterior, pretende su temporalidad. En el anterior vemos incluso como "los gorros rojos se llevan con chaquetas negras", un enunciado de moda, que sabemos y estamos casi seguros (si se puede estar seguro de algo totalmente) que su verdad no va a durar ni un año, se establece como algo definitivo. En la verdad como método no, aunque después conlleve el creer en su vigencia permanente.

La máxima expresión de la verdad como método es la ciencia. La ciencia es una actividad que está en estrechísimo contacto con la realidad. La realidad está oculta a nosotros, pues estamos limitados a lo que podemos percibir y a lo que podemos entender, a lo que podemos aprehender. Así que la verdad no se puede corresponder con la realidad, pero podemos tomar nuestra máxima representación de lo que es la realidad como la verdad. Esta verdad es la metodológica.

¿Cómo funciona? Pues asimilando una serie de enunciados, teorías, representaciónes... que llamamos verdad y hacemos corresponder a la realidad. Entonces se mira la verdad (y algunos se quedan aquí, o usan este parón para fundamentar su verdad normativa) y se sigue investigando, ya sea de modo puramente empírico, puramente racional o de cualquier modo que se pueda. Se investiga y se llegan a nuevas conclusiones, a una nueva definición de la realidad. Entonces la verdad cambia.

Es decir, que la verdad metodológica se usa como correspondencia temporal con la realidad, de modo que nos permita crear un método de investigación para ahondar más en ella. Por ejemplo, tomamos como verdad que con la suficiente fuerza un objeto puede escapar de la acción de la gravedad terrestre. Después tomamos como verdad que esa fuerza sea X y que mi coche tenga una fuerza de X+200. La verdad normativa nos daría unas normas según las que todos estos enunciados serían verdad o no. Lógicamente, mi coche puede escapar de la acción de la gravedad terrestre, pero ¿por qué no lo hace? Por dos razones principalmente, por el ángulo en el que alcanza la fuerza X y por la necesidad del coche de un terreno sobre el que las ruedas permitan mantener la fuerza, ángulo...

La verdad metodológica que ha tomado (tal y como la normativa lo hace) una verdad como lo que se adecúa a la realidad, ahora adecúa otro conjunto de teorías, conceptos, etc a la realidad. En este caso, que el coche no puede escapar a la acción de la gravedad terrestre, lo hace el cohete. De este modo, siguiendo cualquier método que siga, se encuentra con una adecuación "más fiel" a la realidad. ¿De modo que siempre se acerca más la verdad a la realidad? No, podría llegarse al punto en que una teoría invalidada invalide también todo lo admitido como verdad hasta entonces.

La verdad es el concepto usado para designar por consenso la adecuación con la realidad y que puede ser usado como norma que defina cómo se hace corresponder la realidad bajo esa misma norma o cómo método para definir la realidad misma mediante la correspondencia con ella. Es decir, se puede usar como una cualidad que tiene algo o se puede usar como intención.

En el primer caso sólo denota adecuación o correspondencia. En el segundo caso es una actividad, una forma de vida, el modo de ser de la ciencia. Y cuidado, no es ciencia todo aquello que salga de la mente de un tipo con bata blanca ni sólo aquello que haga. Ciencia en el sentido de disciplina que busca la realidad, es decir, la verdad. Por eso la verdad en segundo término es un consenso, una actividad y una correspondencia con la realidad, englobando al primer término.

La realidad está velada (cubierta por un velo) por la complejidad de la realidad en relación con lo limitado de nuestra capacidad de aprehensión. El desvelamiento de la realidad es la alétheia, término que da título a este blog. Este acto de desvelamiento es la verdad (entendida en segundo término, es decir, como método). Si se puediera llegar a un desvelamiento total de la realidad, la verdad equivaldría a la realidad y la realidad sería norma para la verdad, convirtiendose la verdad en un tipo de verdad normativa y abandonando por completo la verdad como actividad, como desvelamiento, como método. ¿Puede suceder ese desvelamiento total? Se pretende, pero a mi juicio no se podrá conseguir. Nunca veremos la realidad, así que debemos conformarnos con una realidad a medida, con nuestra verdad, con nuestra alétheia.


Este es el sentido que le doy a la verdad. El título lo defiende, alétheia como actividad y cuentagotas como método específico de uso. Es decir, una actividad dada poco a poco, una actividad que tiene que ver con la verdad. La reflexión como método de verdad. Entradas que permiten reflexionar.

lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Qué es el ser humano?

¿Qué es el ser humano? No os confundais, no hablo del hombre si no de algo más (o menos). Pregunto sobre esa cualidad, propiedad o característica que nos hace decir que el hombre es "humano".

Sólo hay una ocasión en que usamos "humano" para hablar de algo que no sea el hombre, si os dais cuenta, siempre que la usamos fuera de nosotros es en ocasiones en las que animales tienen un comportamiento que calificamos de "humano". También lo usamos al respecto de algunas de nuestras creaciones, como en novela o serie de televisión, para remarcar que tal o cual personaje es "muy humano". Incluso a veces lo usamos respecto a extraterrestres, animales de fantasía o robots. Decimos que algo es humano siempre como comparación con nosotros, con el hombre. Ser humano es ser de una manera, es comportarse de una manera.

Podreis estar pensando en otra ocasión en que usamos "humano", y es cuando decimos que la malicia, el altruismo, la avaricia o la esperanza son "muy humanos". Viene la comparación otra vez, decimos que en comparación con otros seres, el ser humano muestra (o muestra más) estas cosas. Otra vez el comportamiento, el ser humano es un ser que se comporta con estas características.

No podemos llegar a ninguna conclusión que no sea que "humano" es una característica que engloba muchas, tantas a mi entender, que resulta imposible (o al menos complicadísimo) comprenderlas todas en una definición. Aún así somos capaces de intuirlo, de saberlo de alguna manera. Si nos mostraran a un alien que se comporta tal y como lo hace el hombre, sin duda diríamos que es humano. Entonces es algo que puede tener otra forma de vida, un comportamiento.

Un robot tan sofisticado como los que podemos encontrar en la ciencia ficción, una forma de vida basada en el sílice, una mente sin soporte físico de ningún tipo que esté formada simplemente por información, un hombre que ha construido su propio cuerpo con técnicas avanzadísimas de genética... todas estas cosas podrían tener la característica de ser humanos. Es decir, que si alguna vez hubiese otro ser (que no sea el hombre) al que llamemos humano, ya no seríamos "el ser humano", pues habría más de un ser con esa cualidad.

Por otra parte, también podríamos encontrarnos con un ser inteligente que de ninguna manera podría nunca nadie considerar sus acciones como "humanas". Una lógica distinta en todo cuanto hace, pero aún así altruista (por ejemplo). ¿Diríamos entonces "qué humano"? No. Es decir, que el comportamiento que llamamos humano no es una simple colección de adjetivos o procedimientos "humanos". Es algo más. Diríamos que es uno de esos casos donde 1+1 no es igual a 2, donde 1+1 es algo nuevo, y ese algo es "humanidad" (o su equivalente al ser altruista que no es humano).

Así, "humano", es un comportamiento que engloba ciertas formas de actuar pero que no se reduce a la suma de ellas y que no guarda relación con la realidad física del hombre.

El hombre es humano, pero no nace humano. El hombre se hace humano, y se hace hombre porque se hace humano. Un Homo Sapiens no es humano ni tiene que serlo, no está determinado naturalmente para serlo, no es una naturaleza. A lo sumo, puede estar condicionado naturalmente (y socioculturalmente en el momento de nuestra historia en que estamos) o tener ciertas aptitudes que sirvan como precondición. El Homo Sapiens tiende a ser humano y transciende así su naturaleza, haciendose El Hombre, que de hecho es humano y actualmente El Ser humano.


Vivimos de una manera particular, seguimos ciertos comportamientos concretos, tenemos una actividad especial. Hacemos la vida humana porque actuamos como humanos y tenemos comportamientos humanos.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Diálogo sobre el arte

-¿Qué es arte?
-¿Qué es? Pues a la fuerza debe ser algo, y no sólo algo si no también algo producido.
-Cierto es que debe ser algo, pero no entiendo por qué debe ser algo producido.
-¿Si no ha sido producido es algo?
-A lo sumo pensamiento sin plasmar siquiera como palabras.
-Exactamente, entonces pues, debe ser algo producido. Pero no sirve cualquier tipo de producción, debe ser intencionada.
-Entonces aquello que diríamos que es natural no puede ser arte.
-Claro, pues estamos hablando de una disciplina y no de una cualidad, de modo que se debe tratar de algo que no podría producirse naturalmente.
-Pero debe haber alguna especificación más, o prácticamente todo lo que hacemos sería arte.
-Así es. El siguiente paso en esta criba es acudir a la intención con la que se hace.
-¿Por qué?
-Si produces un objeto con el fin de usarlo para otra cosa no es arte.
-Entonces sería arte sólo aquello producido con ello como propio fin.
-Exactamente.
-¿Y si vendes el arte dejaría de serlo?
-No, el dinero, reconocimiento, regalos o demás cosas que consigas es un fin añadido.
-¿Y si haces el arte para venderlo?
-Haces el arte, y lo vendes porque hay una industria de ello.
-¿Y un zapatero? Hace zapatos y los vende porque hay una industria de ello.
-Se usan zapatos por moda, necesidad, deporte, etc. Pero el arte no se usa, sólo se admira. No entra ni en la categoría de entretenimiento.
-Entonces el arte es cualquier cosa que se produzca intencionadamente y con ello mismo como fin.
-Tal como dices.
-Pero antes has dicho que era una disciplina, así que debe tener alguna regla o colocar un zapato sobre una televisión sería arte.
-Ciertamente. Hay que añadir reglas, y esas reglas salen de su propia constitución como arte.
-¿Cómo sucede?
-Primero se produce algo que cumpla lo que hemos acordado antes. No hay reglas, así que cualquier cosa podría serlo. Entonces entra la llamada belleza.
-¿Qué es la belleza?
-No es más que una palabra para obligar a los demás a obedecer un gusto.
-¿Qué gusto?
-Cuando la cosa, por sí misma y no por algún efecto, crea un cierto sentimiento de placer (o incluso podría ser de otra índole. Es discutible.) en un número considerable de personas; es decir, cuando la cosa gusta a un número considerable de personas.
-¿Y tras ese estado?
-Se crea un movimiento a su alrededor. Este movimiento produce imitaciones, estilos, alternativas, modelos, etc. Y de ese conjunto se crean técnicas. Esas técnicas son las reglas que lo convierten en una disciplina y por tanto en un arte.
-¿Entonces ya no habrá más arte que aquello derivado de la invención original?
-Lo habrá.
-¿Cómo? La técnica establecerá cuáles se consideran buenas y cuáles malas.
-La técnica, como dices, establece si esa cosa es buena o es mala en base a sus reglas deducidas del original e independientemente del gusto. En este punto ya tenemos arte, que incluye tanto al original como a las producciones consideradas buenas por la técnica. Pero se puede volver a repetir el proceso.
-¿Dices que puede producirse otro original tan distinto y extraño a las reglas de la técnica pero aún siendo arte?
-Por supuesto. Si se produce algo que cumpla aquellos principios que acordamos (producido intencionadamente con ello mismo como fin), no guarda ninguna relación con las reglas impuestas por la técnica (y digo que no guarde relación, no que estén mal aplicadas) y consigue gustar a un número considerable de personas tal que se crea una disciplina a su alrededor.
-Sólo tengo dos dudas. ¿Quién dice cuándo gusta algo lo suficiente y quién decide las reglas de la técnica que conforman la disciplina?
-Nadie decide sobre el gusto. Simplemente gusta y se empieza a crear un movimiento de producción de ejemplares tomando como punto de partida el original que acaba desembocando, mediante el gusto, en una estructuración de la disciplina y las reglas que la componen.
-¿Como una ciencia?
-Ni de cerca. Sólo se mide su funcionalidad, la realidad no tiene nada que ver a la hora de fijar las reglas. Es más como una ingeniería, da igual la realidad mientras funcione.
-Pero hay obras técnicamente correctas que no gustan y viceversa.
-En ese punto ya no importa el gusto, sólo la técnica. Se considera el gusto para crear las reglas y después se siguen sin tener en cuenta el gusto.
-Entonces, la disciplina, una vez estructurada, si es parecida a una ciencia.
-Tampoco, pues se crean obras siguiendo estrictas normas pero no son ellas mismas el contenido. Es decir, que no se usan esas reglas para producir reglas, se usan para producir otra cosa. Las reglas se usan como un molde en el arte y como base en la ciencia. Y el producto en la ciencia son reglas, pero no en el arte, pues ya están establecidas.
-Pero para producir las reglas de la disciplina , la técnica, no se usa ni la funcionalidad (como se hace para la disciplina en sí) ni unas reglas ya fijadas (como para los productos de la técnica).
-Así es, se usan reglas lógicas básicas tales como la deducción para llegar a otras más específicas que constituirán la técnica. Es en este punto donde se encuentra su único parecido con la ciencia.
-De acuerdo. Ahora queda saber quién decide esas reglas. Imagino que debe ser una clase de científico que, usando los principios básicos de la razón, investigue todas las muestras y logre crear una estructura de reglas que las comprenda a todas.
-Así es. Pero dejemos de llamarlos científicos, pues sólo se llama comúnmente así a los investigadores de las ciencias más matemáticas, las llamadas "ciencias duras" que es a lo que se suele referir actualmente con "ciencia". Son pues, investigadores. Trasladando la labor de investigación al lenguaje actual podemos afirmar quiénes se encargan de decidir las reglas de la técnica de una disciplina artística. Los historiadores, en este caso, historiadores del arte.
-Entonces se produce algo intencionalmente con ello mismo como su fin, ello crea el gusto por ello mismo, el gusto crea un movimiento, ese movimiento crea subproductos del producto original, los subproductos crean historiadores, los historiadores crean unas reglas, esas reglas crean una técnica, la técnica crea una disciplina, la disciplina constituye finalmente al producto como arte y posteriormente también a los subproductos que mejor se adapten a las reglas de la técnica.

-Así es. En el arte sólo hay gusto y técnica.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Estocada a la democracia

Igualdad entre todos ¿Por qué? No todos nacemos iguales, ni somos iguales. No hay ningún precepto que, por naturaleza, se tenga que respetar en ningún ser humano. La igualdad es sólo una exigencia más que hacemos en base a nuestros principios éticos, es sólo una decisión moral. Una decisión de cobardes, de débiles.

No somos iguales y espero que nunca lo seamos, pero es por la desigualdad que algunos son capaces de ver desde arriba al resto, quienes enfadados por no ser ellos quienes estén ahí deciden que lo más correcto es la igualdad. Tienen miedo de no sólo no estar por encima de los demás si no de estar por debajo, por eso desean la igualdad, no por estar convencidos, por debilidad.

Lo que desata toda esta farsa creada por los débiles es la libertad. Cuando la espada de la libertad pende sobre nosotros, o más bien cuando conseguimos darnos cuenta de ello, pues siempre ha estado ahí, es que surge ese miedo a estar por debajo de los demás, es entonces cuando todos los débiles que perecerían a merced de la afilada espada se unen para luchar contra ella.

Con mucho esfuerzo crean un gran escudo llamado represión y a su sombra bailan contentos mientras cantan que es así como el animal se hace humano, destruyendo la espada con su escudo. Pobres, no saben que la espada tenía nombre antes aún que su escudo, es un nombre que retumba en sus corazones y que les hace temblar de miedo, es la afilada espada de la libertad, es Humanidad.

También ocurre otra cosa, y es que, a la sombra del catastrófico escudo, alimentandose de escoria, crece en esa falsa humanidad un rastro de la verdadera y todos y cada uno de los débiles miembros del rebaño empiezan a desear empuñar aquella magnífica espada a la que tanto temen. Nadie desea que esa espada esté afilada para que no puedan hacerles daño, excepto si consiguen empuñarla. Sólo quieren esgrimir su libertad contra los demás y ser aceptados como soberanos.

Y esto es lo que pasa con la democracia, que todos son débiles y por eso deciden por mayoría. Así es como se hacen más débiles y terminan por no decidir nada. Porque tienen miedo de la mayoría, como dijo Maquiavelo "Todos ven lo que pareces pero pocos sienten lo que eres y esos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría". Nadie irá solo por el camino correcto, todos preferírán ir por el camino malo para ir acompañados, aunque lo sepan.


Obviamente no somos iguales, y esa farsa de igualdad que ostentamos sólo sirve para hacernos daño. La democracia es sólo una capa de grosor más a ese escudo que acaba aplastando a quien se refugia en él. No todos somos iguales, no todos valemos lo mismo.

lunes, 3 de noviembre de 2014

¿Qué es la felicidad?

¿Qué es la felicidad? ¿Está en cada uno o depende de algo externo? Igual que no creo que exista una cosa llamada "belleza" o una cosa llamada "bien" tampoco creo en la existencia de una cosa llamada "felicidad". Para mí, estas palabras no designan algo, si no más bien, describen algo. Es por esto que puede ser entendida de muchas maneras, puede ser tanto "una iluminación del alma" como "una completitud del recorrido de la vida" o "un perro con seis patas". Lo que quiero decir es que una palabra es sólo una palabra y se puede utilizar de muchas maneras.

Yo no voy a dar una receta para ser feliz, ni voy a intentar describir lo que significa "realmente" la palabra "felicidad". Lo que pretendo en esta entrada es simplemente escribir sobre ello sin más, y de paso intentar que el lector se pare al menos un minutillo a replantearse su idea de felicidad.

Hay muchísimas teorías sobre la felicidad, y muchas coinciden en posicionar la felicidad como algo fuera de uno mismo. Las teorías de corte religioso son terriblemente patéticas, pero las que hacen que la felicidad se encuentre en otras personas, otros seres vivos o incluso en objetos inanimados, me parecen también una tontería. ¿Por qué? Vamos a ello.

Pondremos como ejemplo una teoría que afirma que la felicidad se encuentra en tener mucho dinero. ¿Por qué es una tontería? Pues porque si creo que soy feliz por tener mucho dinero, es algo que se encuentra en mí, soy feliz porque creo que soy feliz por el dinero, o porque el dinero me causa algún tipo de emoción que "me hace feliz". Pero sea cual sea la emoción que te cause algo externo, desde el amor más inocente hasta el placer más sádico, es una emoción que se encuentra en tu cerebro y no una cualidad que tiene ese algo externo, porque si no, se lo causaría a todo el mundo.

Así que me pongo del lado de las teorías que afirman que esa cosa, sea lo que sea, que llamamos felicidad de formas tan diferentes, está en uno mismo. El principio de felicidad está en cada uno, pero esto no quiere decir que no necesitemos de algo externo, sólo que la felicidad, sea lo que sea, no es una cualidad de algo externo.

Como dije en una entrada anterior, Aristóteles creía que la felicidad es una actividad, la actividad para la que el hombre es bueno, lo que en Aristóteles quiere decir "una forma de vida para la que el hombre es bueno". La actividad suprema es la filosofía. ¿No puedes ser feliz si no entregas tu vida a la filosofía? Yo digo que no, y entiendo lo que dice Aristóteles no como la única manera de ser feliz, si no como la manera más noble, por decirlo de alguna manera, de ser feliz. ¿Por qué? Pues siguiendo su razonamiento, porque el hombre es bueno, por encima de todas las cosas, para el uso de la razón.

También se desprende de la idea de felicidad de Aristóteles que es el fin al que tiende toda vida, haciendo falta para alcanzar este fin varias cosas tales como autodisponibilidad (o libertad), lo que nos da a entender que la felicidad se consigue tras dejar de lado cosas de la vida humana tan básicas como la satisfacción de necesidades, por lo que es algo de carácter más bien puro o noble, si hay que llamarlo de alguna manera. En resumen, para Aristóteles, la felicidad es la virtud del hombre, aquello para lo que es bueno el hombre, la vida filosófica.

Yo creo que la felicidad aristotélica no está al alcance de todos, pero que hay una felicidad al alcance de cualquiera. Creo que la felicidad es una actividad o un estado (que no necesariamente debe ser continuo) que depende de cada uno, de acuerdo a lo que uno mismo se propone como felicidad, a lo que cada uno se propone como "el sentido de su vida", como para lo que cree que es bueno. Todo depende de una propia moral que te dice lo que eres a través de cómo debes comportarte.


La conclusión que el lector debería sacar de esta entrada está muy clara desde el principio. Es preguntarse ¿Qué es la felicidad?

jueves, 30 de octubre de 2014

Un concepto para gobernarlos a todos

¿Hay algo bello? ¿Qué es belleza? ¿Una propiedad del objeto? ¿Es entonces algo objetivo? Las cosas no tienen rasgos, lo que llamamos así es simplemente una abstracción que nombramos. Lo que llamamos belleza se capta con distintos sentidos como el oído o la vista, pero también se puede percibir belleza en nuestra propia imaginación o incluso en la actividad de otra persona o ser vivo, ya sea una actividad deportiva o la más simple de las acciones derivadas de una decisión moral.

La belleza, entonces, no es una propiedad, es un adjetivo al que damos nombre por comparación con otros adjetivos. Esto depende no sólo ya de aquello que nombramos bello, si no también de quién lo nombra, pues la comparación se dará de distinta manera en distintos sujetos, así como puede ser bella la muerte de una madre para salvar a su hijo para unos y no serlo para otros.

No hay unas reglas que delimiten qué puede ser bello y cómo serlo, igual que un animal puede ser considerado veloz para nosotros, pero no otro. Por ejemplo, no consideramos veloz a una tortuga y si a un guepardo porque los comparamos con nosotros. La belleza es algo más difícil de determinar que lo anterior pero funciona igual, decimos que algo es bello si nos transmite cierta sensación que otra cosa no.

Asumimos como característica de algo la belleza si es que hay cierto convenio en que tal cosa nos produce la sensación de belleza, pero desde luego no se la causa a todos, o no tiene porqué. Lo bello para uno puede serlo para todos, pero puede no serlo para nadie más que para él y en ese caso no se acepta que ese objeto de su belleza sea bello, cuando si la belleza fuese una propiedad sólo podría sentirse en aquello que la tenga y no podría no sentirse en ello a no ser que hubiese cierta discapacidad como la que tienen los ciegos para ver. Pero en tal caso debería ir asociado a cierto sentido o aceptar que quien no capta la belleza está discapacitado en todos los sentidos posibles con los que captar el objeto, incluyendo las capacidades para juzgar actividades de todo tipo.

Así es que la belleza no se puede encontrar más que fuera de lo bello, y es, por tanto, un mero convenio del lenguaje. Es algo totalmente subjetivo al nivel más radical posible y por tanto es algo absurdo el tratar de crear reglas a su alrededor, tratar de estudiarla o crear conceptos a su alrededor tales como el gusto o tratar de definir el arte como algo más que técnica acorde a ciertas reglas predefinidas.

El buen gusto, lo verdaderamente bello, la belleza del arte, la estética. Todas estas cosas no tienen sentido alguno, son abominaciones creadas por nuestra razón que únicamente tratan sobre algo intratable. Preguntarse por ellas tiene tan poco sentido como preguntarse a qué sabe el olor, a qué huelen los sonidos o qué forma tiene el dolor.


La belleza no existe, es sólo una palabra y podemos usarla para referir lo que queramos, pues no somos iguales, cada uno percibe el mundo de una manera así que puede encontrar distintas sensaciones a otra persona. Es porque los humanos no estamos limitados por los sentidos del cuerpo y podemos percibir más allá de ellos que podamos tener tal variedad de sensaciones, y ninguna de ellas está en el objeto de sensación de por sí. Los sentidos son sólo una manera de percibir, que podemos usar como herramienta básica o como catalizador y encontrar algo más que no es "lo visible", lo "audible", etc. Leed, pues, esta entrada y daos cuenta que no podeis simplemente percibir visualmente un conjunto de símbolos, siendo éso lo único que hay en la pantalla.

Concluyo que hay muchos tipos de belleza, muchos conceptos para ella y que "belleza" es sólo otro concepto más, un concepto para gobernarlos a todos. Un concepto para encontrarlos, un concepto para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas en la tierra del dogma donde se extienden los sinsentidos. Es un concepto que debe ser destruido.

lunes, 27 de octubre de 2014

Opinión censurada, error del experto

¿Está mal opinar sobre algo sin ser un experto en ello? ¿Deberíamos decir sólo aquello que supiesemos que es totalmente verdad? ¿Es posible hacerlo? Mi opinión queda clara al estar escribiendo esta entrada sin ser un experto en el tema, pero vamos a ver un poco este problema que quería plantear.

Para empezar ¿Hay un verdad absoluta? Yo creo que no, no la hay, por tanto el experto podría estar equivocado y el no experto podría hacer un gran descubrimiento sin siquiera conocer el alcance de su importancia. Pero sobre verdad ya haré otras entradas, incluyendo el concepto de "alétheia" que da nombre a este blog. Ahora, en esta entrada, lo que quiero decir es sobre quién debe decir algo, los expertos o cualquiera.

Desde luego, yo apoyo que sean los expertos quienes enseñen, que sean los expertos quienes traten las partes más complejas y detalladas de su campo, quienes vertebren su disciplina y creen o rebatan teorías, técnicas, conceptos, etc. Pero alguien que no es un experto puede decir lo que opina sobre algo de esa disciplina. Hay muchas razones para ello, pero ninguna para impedirselo. Al contrario, creo que los expertos, en lugar de censurar la opinión de los demás, deberían corregirla y ayudarles a mejorar. Incluso a veces, una opinión muy simple, incluso una opinión erronea, puede hacer que el experto llegue a alguna conclusión que realmente sea buena. Tal y como dijo Asimov "Un sutil pensamiento erróneo puede dar lugar a una indagación fructífera que revela verdades de gran valor".

Quienes impiden el debate entre expertos y no expertos son tanto los expertos que no toleran el que otros den su opinión, sea cual sea, como los no expertos que no admiten su error, cuando lo tengan. Al final, los que se cargan la comunicación entre los dos lados son los dogmáticos, tanto los que no aceptan otra opinión por no ser de un experto como los que no la aceptan por creer que la suya es tan válida como la otra.

También tenemos aquello de "hay que respetar todas las opiniones". Desde luego, yo estoy totalmente en contra de que cualquier opinión sea respetable, puedo respetar una teoría equivocada pero bien fundada, puedo respetar incluso una teoría sacada de la improvisación de alguien que no sabe nada sobre el tema y que no tiene ningún argumento para defenderla. Pero no puedo respetar aquellas teorías que son ridículas, como creer que un hipopótamo volador es el origen de Júpiter, ni aquellas que tras haber evidencia en su contra siguen pretendiendo ser "la verdadera". Cuando algo entra en el terreno del dogma y no acepta nada que lo pueda invalidar, entonces, no merece respeto.

Esto lo traslado también a aquellos expertos que no admiten que se opine sobre algo en lo que ellos son expertos sin tratarlo como ellos han decidido que se deba hacer. Creo que aunque no sepas sobre algo, puedes opinar siempre y cuando estés dispuesto a admitir tus errores. No creo que hacer algo más simple sea peor, pero creo que no aceptar tu error, ya seas un experto o no, es fatal.

Además, nadie nace siendo un experto y por eso debe equivocarse y aprender muchas cosas hasta serlo, lo más importante es siempre estar dispuesto a admitir los errores y no dar tu opinión como si fuera algo más que eso, una opinión. Aunque tampoco hay que admitir tan fácilmente un error, el experto no está en lo cierto por el mero hecho de ser un experto. Todo hay que discutirlo. Discutir y debatir, expertos y no expertos, así es como avanzan las disciplinas.

Esta ha sido mi opinión sobre el tema y, como siempre, admito críticas. Espero que a todo el que lea esta entrada, al menos, se le plantee el problema e intente crear su propia opinión, porque lo que pretendo con este blog no es mostrar la verdad en todo su esplendor, es hacer que el lector reflexione sobre el tema. Hasta la próxima.

martes, 21 de octubre de 2014

El juez, el árbitro y el gorro rojo de la muerte

Leyes. ¿Necesarias? ¿Estorbo? ¿Precaución? Vamos a pensar un poco sobre ellas, aunque no concretamente sobre estas cuestiones. Veamos un poco el problema sobre su interpretación.

Las leyes no son normas generales, consejos, tradiciones o algo parecido. Usaré la palabra "Ley" para referirme a una orden escrita que hay que seguir y respetar al pie de la letra, sin interpretar, sin modificar, sin pasar por alto.

Si hay una ley que diga "no cometas homicidio", claramente significa no cometer homicidio, sea lo que sea "homicidio" para quien hace la ley, pero si hay una ley que diga "debes usar un gorro rojo", ¿significa que los gorros que uses deben ser siempre rojos? ¿Significa que siempre debes llevar puesto un gorro que además debe ser de color rojo? ¿Qué significa? Aquí vemos la diferencia que se nos puede plantear al escribir una ley, la diferencia entre especificar algo y dejar de modo que pueda entenderse. Una ley que debe ser aplicada al pie de la letra no debe ser escrita de forma que se pueda entender de varias maneras, porque puede llevar a confusión.

Otro cosa a tener en cuenta es la diferencia entre prohibir y obligar. Si dices "no cometas homicidio" puedes hacer cualquier cosa menos cometer homicidio, pero si dices "usa ropa" se hace difícil de interpretar de nuevo. ¿Usar ropa siempre? ¿A todo momento? ¿Incluso en la ducha? ¿Y puedes quitartela para cambiartela por otra? ¿Y si debo cambiar mi gorro azul por uno conforme a la ley? ¿Los gorros son ropa?

Entonces ¿con hacer leyes con un único sentido y sólo prohibitivas estaría bien? En primer lugar ¿para qué las hacemos? No las hacemos para asegurar que todo individuo de nuestra sociedad actúe de determinada forma, más bien lo contrario. Las hacemos para evitar que se haga algo que perjudica a la sociedad, o más bien, crea un miedo individual que fomenta la desconfianza, quebrando la base de una sociedad.

Si pensamos en leyes, lo primero que viene a la mente es "no matarás" o "no robarás" (dejemos la obvia influencia del catolicismo en nuestra sociedad de lado en esta entrada), aunque realmente si han robado a un señor que vive a 700 kilómetros de nosotros nos da prácticamente igual, sólo por empatía podríamos llegar a darle importancia. Pero si el robo ha sido a nuestro vecino, aunque no nos importe el vecino, nos preocupamos. ¿Por qué? Por miedo a que nos pase a nosotros. Y más fuerte es la emoción si se trata de algo más grave, como si al vecino lo han decapitado. Este miedo es lo que nos hace desear que se establezca una norma inmutable que asegure que no se puede matar. Una ley contra el homicidio.

Pero hacer una ley no nos protege de un cuchillo, lo que desencadena la necesidad de policia, cárcel o cualquier otra cosa que intimide al asesino para que se abstenga de serlo. Bueno, este tema lo dejamos para otra entrada y seguimos con lo anterior.

Ya hemos creado una ley, ahora vamos a ver al infractor. Esta persona que viola la ley se enfrenta a quien la ha creado o su representante y se le castiga, reeduca o cualquier cosa que se decida hacer (no entraré a dar mi opinión sobre este tema en esta entrada). Pero si hay que hacer algo, habrá que interpretar. Habrá que saber sus razones para hacerlo, su forma de hacerlo, la manera en que influyen a la sociedad sus consecuencias, saber la manera en que su acción infringe la ley. Si la ley dice "no matarás" y has matado a un perro que se ha cruzado en tu camino mientras conducías no es lo mismo que si has matado a un lince ibérico ni que si has matado a un niño. Son diferentes situaciones como lo sería si matas a alguien que se ha arrojado para morir o que si has frenado a tiempo pero la persona ha muerto por un infarto debido al susto.

Todo esto se soluciona añadiendo especificaciones, casos particulares y cosas por el estilo como anexo al "no matarás" o "no cometas homicidio" o "no asesines" o "usa gorros rojos" o cualquiera que sea la ley en cuestión. Pero es imposible dejar por escrito todas las situaciones posibles, y si fuera posible, sería imposible conocerlas para toda la población, que debe conocerlas. Bueno, este problema lo mato aquí y quizás lo resucite para otra entrada.

Cuando no tenemos todas las situaciones posibles del modo en que aplicar la ley en cuestión, ¿cómo debe el creador de esa ley actuar? ¿Debería crear otra especificación del mismo modo que las demás? Quien decida podría actuar conforme a la inexistencia de ley para ese caso concreto o aplicar la ley tal como está sin importarle la situación del infractor. Yo, personalmente, creo que aplicar la ley sin tener en cuenta la situación no es lo correcto y que debería llegarse a una conclusión tras estudiar la situación y decidirla no por ser un caso parecido a otro, aunque opino que debería haber cierta universabilidad, si no por ser lo correcto, lo que haría que pocas personas pudiesen hacerse cargo correctamente de la situación, porque pocas personas pueden acercarse objetivamente a lo correcto sin perder de vista la ley.

Yo opino como Aristóteles en la Retórica y pienso que lo mejor sería "Querer acudir mejor a un arbitraje que a juicio, porque el árbitro atiende a lo equitativo, mas el juez a la ley".

viernes, 17 de octubre de 2014

La infinitud del Otro y la negación del Yo

Toca hacer una de mis actividades favoritas, hacer daño a la creencia en dioses. Yo no creo en dioses ni nada parecido, ni creo que se necesite probar su no-existencia. Si hay alguien que cree en la existencia de algo, ese alguien es quien debe probarla y no pedir a los demás que prueben su no-existencia.

Bueno, todos saben que hay multitud de argumentos al respecto de la existencia de dioses, divinidades y demás entes parecidos que, por comodidad y cercanía, voy a nombrar como "Dios". Algunos de estos argumentos son para probar su existencia y otros para negarla, los hay interesantes y patéticos. Desde luego no voy a intentar demostrar nada, al menos en esta entrada, aunque siento la necesidad, o quizás el deber, de destruir la idea de Dios. Como digo, no es lo que pretendo en esta entrada, simplemente voy a plantear unas "preguntillas simples" sobre una de sus más famosas cualidades, la de ser infinito, y sobre la contrariedad que esto presenta a la propia conciencia que cada quien tiene de sí mismo.

Partamos de una base, que no intentaré probar y que damos por válida para no complicar el asunto y que podamos centrarnos en lo que quiero. Partiremos de la convicción de tener conciencia de uno mismo. Voy a aceptar esta idea y a usarla como prueba de que existe, o al menos hay, algo que llamamos "yo" y que se destaca principalmente por no ser "lo otro". Diremos que hay un Yo porque es distinto a un Otro, es decir, que Yo es algo que hay y que no concuerda con, o que no es lo mismo que, lo Otro, entendiendo esto último como todo lo que no es Yo. Entonces aceptemos que hay un Yo y que hay un Otro, y que la existencia de cada uno de estos entes depende de la existencia del otro.

Entonces, una vez aceptada esta diferencia en la realidad, aceptamos que no hay una continuidad total que abarque la realidad, es decir, que no hay un todo que integre como un mismo ente a la totalidad. Hemos aceptado que hay un Yo, por tanto, no hay un Todo, incluso si creemos ser ese Todo, porque hemos aceptado un Otro.

Que sí, que es todo muy simple y damos por hecho varios asuntos importantes, pero si no lo hacemos así esta entrada podría convertirse en varios volúmenes de miles de páginas, y ni lo pretendo, ni tengo tiempo, ni soy la persona más adecuada para ello. Entonces, sigamos adelante y usemos lo escrito para plantear de forma simple las cuestiones que me interesa plantear. Hay mucha tinta al respecto, a favor, en contra, con planteamientos complejísimos, sencillísimos, admirables, patéticos... pero yo voy a aceptar que al tener conciencia del Yo, la realidad es algo que consiste al menos del Yo y lo Otro.

Ahora planteo la cuestión. Si aceptamos que Dios es infinito, aceptando previamente la existencia de un Otro llamado Dios sea cual sea su composición u orígen, entonces ¿cómo podría aceptar mi propia existencia, o al menos que mi Yo esté o sea en la realidad, al mismo tiempo que un Otro (al que llamamos en esta entrada Dios) que es infinito aun cuando este Otro abarcase el Todo exceptuando mi Yo? ¿Cómo podría ser la realidad más amplia que un Otro infinito y un Yo? Aunque aceptáramos la realidad como infinita, no podría acoger en su infinitud algo infinito y algo más.

Si seguimos por aquí, habría que aceptar un Yo o la infinitud de un Otro. Y si aceptamos al Otro infinito, dejaría de ser un Otro para ser el Todo del que formamos parte, porque está claro que estamos en algún lugar de la realidad, la pensemos del modo que la pensemos. Aceptando a este Otro infinito, aceptamos que no existe ninguna separación a nivel existencial entre lo que hemos acordado en llamar Yo y Otro y que desde entonces habríamos de aceptar su no-existencia para aceptar que únicamente existe, o hay, un Todo. No habría algo que llamar Yo, ni algo que llamar Otro. Sólo Todo y sus partes.

Es decir, siguiendo el argumento y aceptando lo planteado inicialmente, concluyo que aceptar la existencia de Dios (léase "Ente infinito") incluye la negación de uno mismo, algo a lo que me niego rotundamente y que pocas personas podrían realmente, y digo con todas sus implicaciones, aceptar.


martes, 14 de octubre de 2014

Hannah Arendt, la felicidad y la política

Bueno, pues saludos a todos los lectores, si hubiese alguno y bienvenidos a la primera entrada del blog dejando de lado la presentación. Espero que os guste la entrada y que volvais a por otra.

En fin, hoy es el 108º aniversario del nacimiento de Hannah Arendt, como muchos sabeis gracias a Google. Para quien no lo sepa y no tenga ganas de buscar en Wikipedia, esta señora es una importante filósofa, o teórica política. Como se quiera clasificar no tiene importancia, el caso es que está entre las grandes personas de la humanidad.

Bien, pues comentemos una frase célebre al azar de esta gran señora y hagamos lo que más me gusta hacer, criticar. No, no soy una especie de sádico verbal ni nada así, es que me gusta criticar todo, no aceptar nada, buscarle fallos a todo y a veces intentar solucionarlo, pero principalmente destruir es mi estilo.

"Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político."

Esta frase es la que vamos a comentar brevemente, sin complicaciones de ningún tipo para que todo el mundo pueda seguirlo, sin entrar en teorías de ningún tipo ni nada para lo que se necesiten conocimientos previos.

La felicidad es la actividad conforme a lo que el hombre es bueno, decía Aristóteles. Este será nuestro punto de partida. ¿Por qué? Pues porque me gusta mucho Aristóteles y por algún lugar se debe empezar, así que esta idea será nuestra base. Tal vez algún día escriba sobre esta idea, sobre felicidad, sobre Aristóteles, etc. y profundice más en ello, invalidando esta entrada. Pero para hacer algo sencillo tenemos que aceptar como base esta idea sobre la que seguiremos.

El hombre es bueno en diferentes actividades, entonces, a diferentes hombres habrá diferentes felicidades. Todas estas felicidades serán diferentes en base al rasgo diferenciador, conforme a un ethos determinado, esto es, conforme al comportamiento que los hace diferentes. Vale, hasta aquí hemos llegado bien, paremos un momento, releamos y sigamos avanzando. Pero ¿qué es ethos? Pues lo dejaremos tal y como lo he usado, como un comportamiento.

Cada ethos, o comportamiento, es diferente por considerar de cierto modo el bien del hombre y esto desencadena unas determinadas formas de vida diferentes unas de otras. Desde luego, una de esas formas es la política, pero entendida no como las maneras de organizar, sus técnicas, sus procedimientos, etc. Es política como la expresión más cercana a "regir la polis", es decir, como el comportamiento virtuoso de regir, esto es, con justicia, entendida como virtud.

Sin embargo esta actividad virtuosa, como todas las virtudes morales en las que podamos pensar, no es suficiente para ser felicidad, ya que no se basta a sí misma. Son virtudes en la conducta, pero en la conducta con los demás. El justo siempre necesitará de alguien por el que es justo, alguien sobre quien ejercer justicia.

Entonces, ¿cuál es el tipo de vida con el que se alcanza la felicidad? En términos aristotélicos, la que se basa en virtudes dianoéticas. Esto es ya otro tema, así que no lo trataré ni me pararé a explicar qué es eso de "virtudes dianoéticas".


Vale, la política no es la forma de alcanzar la felicidad, pero para alcanzarla primero habrá que hacer política ¿o no? Arendt dice felicidad pública, no personal. Entonces si seguimos y aplicamos lo anterior a la comunidad, la política sería su felicidad. Por supuesto, pero ¿quiere esto decir que no puede un hombre ser feliz sin llegar primero a contribuir a alcanzar la felicidad pública?  Pues no, siguiendo este razonamiento, no. Podríamos asegurar nuestra supervivencia, necesidades y comodidad sin participar en la vida política y entonces dedicarnos a alcanzar la felicidad, sin necesidad alguna de hacer política.

¿El hombre no necesita del hombre? Yo opino que el hombre es precisamente hombre por su relación con los demás, desde luego que un hombre necesita a otro, pero igualmente necesita inteligencia a cierto nivel para alcanzar la felicidad, tanto entendida como política, como entendida de otro modo. Pero estas características son un nivel básico que hay que alcanzar primero, no lo que fundamenta esa actividad que llamamos felicidad. Tal como primero respiramos, comemos y nos relacionamos, también ordenamos lo público hasta alcanzar cierta comodidad, y entonces, y sólo entonces, es cuando vamos más allá y encontramos, o al menos buscamos, la felicidad.

Hasta aquí llego, recordad que este blog contiene mi opinión desde un punto de vista simple y entendible, no pretendo asertar una verdad inmóvil, más bien dar una opinión para que el lector piense sobre ella y forme la suya propia, que bien podría ser totalmente contraria a la publicada aquí. Otra cosa es que he utilizado, y seguiré utilizando, la palabra "hombre" para referirme a "individuo de nuestra especie", no pretendo usarla para indicar género masculino ni, para los pensadores más profundos, para referirme a "ser humano".

lunes, 13 de octubre de 2014

Presentando Alétheia con cuentagotas

Este blog, como todo, tiene un principio. Ese principio es esta entrada, en la que intentaré presentar el blog rápidamente para que todo el que llegue aquí pueda saber lo que pretendo con él.
En este blog intentaré no dejar indiferente a nadie, planteando cuestiones y dando mi opinión sobre diversos temas que abarcarán problemas de corte filosófico, político, ético, jurídico, social, científico, etc. En definitiva, de cualquier tema que me haga plantearme algún tipo de reflexión y del que me interese escribir.

Quiero hacer filosofía, pero no simplemente nombrar a señores muertos desde hace años y una larga lista de conceptos con nombres impronunciables. Lo que quiero es un lugar donde escribir mis reflexiones sobre un tema, opiniones sobre otro o quizás sólo arrojar cuestiones a la cara del lector.

Hay ya muchos blogs con el mismo propósito, pero en lo que más se parece a ellos es en ser único, porque cada persona es única y diferente. Este es mi blog, un blog normal, único y diferente.
Espero que el blog crezca y que los lectores participen con comentarios, preguntas y sugerencias. Pero si no lo hace no habré perdido nada, pues lo que publique aquí lo hubiese escrito de todas formas. Me gusta pensar y escribir sobre lo que pienso, además me sirve para repensarlo al verlo expuesto.

Aquí empieza Alétheia con cuentagotas.
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